Llega un momento en nuestras vidas en el que todo se nos amontona, nos asfixiamos, nos ahogamos y todo eso que llevamos por dentro acumulado día tras días, explota... y explota en el sitio menos indicado.
Cuando esto ocurre tenemos varias opciones. Dos de ellas son:
O nos apagamos perennemente, como un computador que ya no es útil, o nos reseteamos, cargamos de nuevo el sistema, rectificamos, reflexionamos, nos armonizamos, recompilamos nuestro kernel, y seguimos adelante como una mejor persona.
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